La intención de estas líneas es la de compartir nuestros avatares, como podréis comprobar de la manera más desenfadada posible, por los caminos y sin ningún ánimo más allá del mero placer de dar a conocer nuestras vivencias. Esperamos que al menos os hagan aflorar una sonrisa, y si alguien se anima a salir a patear por este pequeño-gran mundo que es nuestra querida ASTURIAS y sus alrededores seguro que no se arrepentirá. Dejarnos vuestros comentarios, sugerencias o criticas para poder así ir mejorando día a día. Un saludo.

sábado, 1 de noviembre de 2014

Ruta de los Castros PR AS-129



RUTA DE LOS CASTROS
POR MAITE Y JAVIER


Coincidiendo con la reciente proclamación de Pueblo Ejemplar de Asturias 2014 y con la Feria de la Miel, dirigimos nuestros pasos hacia Boal, otro de los concejos del noroccidente  del que no tenemos mucho conocimiento, así que que mejor que patear por sus calles y por una de sus rutas para conocer de primera mano sus bondades.

El Hotel Parrilla El Zangano va a ser nuestro lugar de aposento para este fin de semana, que iniciamos con una breve visita a su oficina de turismo, que también es la Casa de la Apicultura, pequeño museo en el que podemos observar todo lo relacionado con el arte de la cría de las abejas.



Justo enfrente nos encontramos el cartel informativo de la ruta que vamos a recorrer



aunque nosotros realizaremos una pequeña variante con respecto al recorrido original que relataremos más adelante.

Algo que, desde nuestro punto de vista, apreciamos, es que esta ruta no esta lo debidamente bien señalizada, la escasez de marcas indicativas y lo poco estrategicamente situadas que están las existentes



 pueden llegar a hacer dudar de cual de los numerosos desvíos que nos vamos a ir encontrando por el camino tomar.

Hecha esta pequeña indicación, muy personal, iniciamos la ruta descendiendo en fuerte y resbaladiza pendiente en dirección al río Pendía entre las casas de Los Mazos para una vez cruzado el primer puente



afrontar un pequeño repecho, al final del cual giramos a la izquierda para pasar por delante de una casa, fuertemente custodiada por un perro muy ladrador y al final muy bonachón, que tímidamente quiere acompañarnos durante un trecho, a partir de aquí entramos en primer tramo de bosque, 





que nos va a ir haciendo descender hasta volver a a encontrarnos nuevamente con el río, ojo con esta bajada que en esta época del año y con hojas por el suelo resulta altamente resbaladiza, aunque prolífica en cuanto a frutos otoñales se refiere





Una vez llegamos abajo, volvemos a cruzar el río a su margen izquierda por un nuevo puente



para afrontar una nueva subida hasta llegar al pueblo de Las Viñas, más concretamente a la parte baja del mismo, en donde debemos seguir por la derecha. En esta zona empezamos a ver numerosos ejemplares de Borrachinos o Madroños, que en esta epoca del año están abarrotados de frutos



ojo con comer muchos de estos frutos, por algo los llaman borrachinos.

Seguimos en dirección a una antigua explotación de pizarra, A Llouseira, de la cual aún se conservan algunos restos abandonados




Desde este punto tenemos una primera visión del Castro de Pendia, el cual vemos frente nosotros



Llegamos a Hervededo, en donde seguimos en bajada por un tramo de carretera que nos lleva a Pendia




Nada más cruzar de nuevo el río, abandonamos la carretera por la derecha para acercarnos al




Por lo que se refiere a su fundación, las excavaciones más recientes han demostrado su fundación durante la Edad del Hierro, si bien el primitivo asentamiento sería más tarde integrado en un recinto fortificado de mayores dimensiones y cronología plenamente romana (siglo I y II d.C.). Algunos testimonios, muy escasos, indican una posible ocupación en tiempos tardorromanos y altomedievales (ahí va el rollu de turno)









Tras la visita de rigor, volvemos por nuestros pasos, para continuar por el sendero que nos llevará hasta Villanueva, en una de momento cómoda ascensión



al final del camino nos espera, en medio del mismo, una nueva sorpresa propia de la época





Al final del sendero nos encontramos con un tramo asfaltado, de verdadera dureza por su pronunciada cuesta y plagado en sus margenes de castañas recién caídas, que hacen que al ir recogiéndolas la subida se nos haga más llevadera.



Cuando coronamos esta cuesta, se pone a llover, por lo que buscamos refugio en un improvisado garaje de cuatro postes y dos uralitas, en el que aprovechamos para dar cuenta de nuestra comida ya que son las dos y media de la tarde y la fame aprieta. La empanada casera de pollo, beicon, datiles y queso de cabra, el trocín de chocolate y el café, así como las vistas



hacen que volvamos con fuerzas renovadas al camino, que nos lleva al pie del cementerio de Villanueva y nos deja al pie del la carretera BO-1, la cual seguimos por la derecha. 
Unos doscientos metros más adelante, volvemos a ver nuevamente a  nuestra izquierda la señalización que nos indica la subida al Penacaros, es en este punto donde nosotros hacemos nuestra ruta alternativa ante la nueva presencia de la lluvia, obviando la subida y continuando durante unos dos kilómetros por la carretera, hasta llegar al punto en el que bajaríamos de haber completado la subida al Penacaros.
Ya solo nos queda descender unos metros por una embarrada caleya y, en nuestro caso, atravesar un prado, para volver a encontrarnos con el amigo ladrador de la mañana que nos sale a recibir solicito al camino. El último tramo ya es conocido y en poco tiempo, si los caballos y burros que nos encontramos por el camino nos lo permiten, llegamos nuevamente a la Casa de la Apicultura.

En una ocasión un padre le dijo a su hijo que tuviese cuidado por donde caminaba, a lo cual él le respondió, que quien debía tener cuidado era él ya que seguía sus pasos.






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